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novo... ideas from a lovely head

"No voy a contar esta historia tal como sucedió, voy a contarla tal como la recuerdo... o tal como la imagino, para que cada resto del sueño de la jornada se transforme en palabras, palabras que formen una historia, una historia en la que estemos tú y yo, siempre, volando por el universo..."

I - Con la lluvia entre los dedos de los pies...

“No voy a contar las cosas de la forma en que ocurrieron, voy a contarlas de la forma en la que las recuerdo… incluyendo uno que otro sueño (realizado o no) en el intento”.

Esa tarde era soleada, con un viento fresco, de esos que sólo se sienten en mayo en la ciudad de México. Sebastián y Papo, su juguetón e histérico schnauzer miniatura habían caminado por alrededor de una hora en el parque, ese parque que les quedaba tan lejos de casa, pero que era el único refugio que encontraban para ellos, para los dos, donde podían caminar libres entre la gente, entre los demás perros y los niños (que Papo pensaba que eran una raza de perros muy extraña y siempre le inquietaban mucho).

Sebastián decidió detenerse en su café favorito antes de subir al coche y regresar a la aburrida vida casera del domingo en la tarde. Ese lugar era especial, pues realmente era una ludoteca, una librería con cafetería incluida donde se tomaba el mejor chai Shiva Song de la ciudad, a la vez que escuchaba buena música, además de que las mascotas son bienvenidas, por lo cual Papo no tenía que quedarse encerrado en el auto media hora mientras Sebas tomaba su té.

Esa tarde se escuchaba a Cat Power, o al menos eso fue lo que Sebastián pudo reconocer cuando entró y se sentó en su mesa favorita, una mesa para dos personas que, a diferencia de todas las demás del lugar (unas ocho en total), que tienen sillas de madera bajitas y poco acogedoras, tiene dos siloncitos de piel de cabra desgastada, cómodos y amplios, en los cuales se sentaron a escuchar “The greatest”, que emanaba del techo, donde están colocadas las bocinas del café.

No era necesaria la carta, el menú ya lo conocía a la perfección. “Un shiva song y una rebanada de pay de elote, por favor”, le pidió Sebastián al mesero, para después comenzar a hojear esa revista que era su placer culposo, su ejemplar de Mayo de Vogue Hombre, la cual nunca leería en presencia de otras personas, por temor a convertirse en un cliché más del gay de veintitantos leyendo revistas de moda. No, Sebastián se tomaba muy en serio su actitud en la vida como para dejar que la gente pensara que realmente gastaba tiempo y dinero en atender su ego y tenía una colección de sandalias, con las que siempre caminaba con Papo los domingos en el parque, los domingos como ese.

Y precisamente ese día iba vestido como en un reportaje llamado “Vive el verano”, con unos jeans, que habían pasado hace muchísimas puestas del término “desgastados” a “rotos”, con varias aberturas que recorrían sus piernas de un extremo a otro, sin que pudiera evitar mostrar los poco sexy bóxers que en esa ocasión llevaba puestos como ropa interior, a rayas grises con verdes. Llevaba también una playera Hanes, blanca, de cuello “V”, de esas que se habían convertido en su nueva afición desde que decidió no usar los calcetines blancos sólo una vez, para después tirarlos. Las sandalias de ese día eran unas Scappino verde limón, ideales para caminar en el parque y finalmente cómodas para hacer los cambios en el auto de caja manual que conducía.

Mientras hojeaba la revista, Sebastián volteó de reojo a su izquierda, a la mesa contigua. Había un chico sentado, no se atrevió a cruzar miradas con él, porque, por lo que se veía, el joven era apuesto y el nivel de autoestima de Sebas no era el mejor en esos momentos. Pero sí vio sus piernas, y lo que miró le gustó: el vecino de mesa tenía unas piernas largas, con escaso vello rubio que se veía gracias a que usaba unas cómodas y funcionales bermudas cargo, de color marrón. La playera era amarilla, fue lo único que notó al no levantar más la mirada.

Cuando miró las piernas del comensal de al lado, no pudo evitar pensar en las de ese otro jovencito de piel blanca y corazón limpio de quien había estado enamorado desde hacía ya muchos meses: Santiago, ese chico a quién nunca había visto como un hombre, a pesar de sus ya veintidós años, ese chico que para él seguía siendo un niño juguetón, a quien imaginaba andando en bicicleta, cometiendo travesuras, incluso jugando con canicas… pero no, sí era un hombre, y un hombre que había entrado en la vida de Sebastián para quedarse. Sin embargo, por más esfuerzos que Sebastán hizo durante todos esos meses, Santiago nunca le hizo caso, nunca pudo ofrecer más que una amistad como respuesta a las propuestas de una vida juntos que Sebastián le hizo de manera constante durante todo ese tiempo.

“¡Tengo que dejar de pensar en ti, tienes que salir de mi vida!”, era todo lo que pensaba Sebas en esos momentos, pero de pronto, un gemido de Papo le recordó lo mucho que amaba a Santi, lo mucho que desearía que fueran tres en esa mesa, y que al menos dos de ellos pudieran hablar… Pero era domingo, Santi estaba con su novio, un estilista a quien habían acordado meses atrás no mencionar en sus conversaciones, que a esas fechas, se limitaban a pláticas en horarios de oficina mediante el “Messenger”, que Sebas tenía instalado de contrabando en la computadora de su oficina.

El mesero lo salvó de ahogarse de nuevo en ese pensar en Santi que ya no sabía cuándo comenzaba o terminaba, porque soñaba con él todas las noches y lo primero que hacía al despertar era rezar una extraña oración judía que había aprendido de su madre cuando niño, rezarla por él, por Santi, porque tuviera el mejor de los días, porque fuera feliz, aunque Santi ni imaginara que lo hacía, y así pensaba durante todo el día, hasta llegar a la cama y soñarlo de nuevo. “Buen provecho”, la frase salvadora, Sebas respondió un “Gracias” que venía de su alma, no para agradecer el comentario del mesero, sino por rescatar su mente del maremoto de ideas que la imagen de Santi provocaba en ella.

Al retirarse el mesero, Sebastián escuchó al comensal de las piernas largas pedirle la cuenta; tenía una voz grave y agradable. Sebas no había mirado aún su rostro, pero por lo que escuchaba, parecía que el joven sonreía al hablar, eso siempre era muy lindo en un hombre para él. Mientras comía su pay y discutía con Papo sobre no subirse al sillón que quedaba libre en la mesa (porque era el lugar de Santi, el que pronto ocuparía), Sebas leía la revista sin dejar de pensar en sus sueños, hasta que, de la nada, escuchó un trueno, y un par de segundos después, al voltear hacia el cristal a sus espaldas para ver la calle, notó que llovía a cántaros. Era extraño, tanta lluvia, de la nada, en una tarde tan apacible como esa... En fín, regresó a lo suyo.

Sebas no notó cuando el mesero le llevó la cuenta al comensal de la mesa de la izquierda, pero de pronto pidió su propia cuenta, el mesero la llevó enseguida. “¿Me tardé mucho en comer?”, pensó. Era extraño que le llevaran la cuenta tan rápido en ese café, sin embargo, no pudo responderse a sí mismo, hacía un buen rato que no tenía idea de qué hora era, lo que siempre le pasaba al pensar en Santi. Levantó la muñeca izquierda y observó que eran las ocho dieciséis. Un nuevo trueno le hizo voltear a la izquierda. Seguía lloviendo a cántaros. En ese momento no le importó, se levantó de la mesa, Papo brincó al saber que saldrían de nuevo, pero de pronto le embargó un pensamiento más, volteó hacia el suelo y vio sus pies blancos y aún secos, que había luchado por mantener limpios durante la caminata en el parque. Afuera llovía, el auto estaba a varias cuadras de ahí, Papo había hecho su visita mensual a la estética canina (cosa que lo estresaba sobremanera), no pudo más que suspirar y emitir un “Fuck!” que creyó haber pensado únicamente, pero no, lo dijo.

De pronto se escuchó una risilla, la voz sonaba conocida, Sebastián se giró y observó una sonrisa, la más hermosa que había visto esa tarde, tal vez la más hermosa que había visto en años. Era el comensal de la mesa de al lado. Esta vez sí lo vio al rostro, sus facciones finas, su nariz alargada y sus ojos color miel, que parecían ser dos trozos de ámbar protegidos por cejas hermosamente delineadas, masculinas y perfectas. “Sí, era rubio”, fue lo que Sebas pensó, y evitó sonrojarse demasiado rápido, pero fue tarde.

“Ustedes también están atrapados aquí, ¿verdad?, ya somos tres”, dijo sonriente el rubio de la playera amarilla, mientras agitaba los dedos de los pies sobre sus sandalias blancas. Sebastián no pudo evitar notar lo lindos que eran los pies del joven, pero su pensamiento fue irrumpido por un “Me llamo Salvador, ¿y tú?” que dijo el chico de la playera amarilla y la sonrisa perfecta, mientras extendía el brazo para saludar a Sebastián.

“Sebastián”, fue lo único que pudo musitar antes de que Salvador le preguntara “¿Y el enano?”, Sebas estaba tan nervioso que puso esa expresión que odiaba en su rostro, esa cara de “duuuuuh ¿?” que era el resultado del nerviosismo y la timidez que lo invadían de cuando en cuando. “Tu perro…”, a lo cual reaccionó inmediatamente diciendo “Ah! Se llama Papo, bueno… en realidad es Papi, pero le da un poco de pena que los demás perritos lo sepan, so… le decimos Papo de cariño”. Uff… pensó, un comentario divertido por fin, Salvador se rió muchísimo y el nerviosismo desapareció un poco.

Sebas se sentó de nuevo, pero no en su silloncito cómodo al lado de la pared, bajo ese cuadro de Klimt que tanto le gustaba: se sentó frente a Salvador. Papo comenzó a olerlo y por más intentos de Sebas de detenerlo, el chaparro no dejaba de brincar encima del rubio, quien parecía disfrutarlo, pues sonreía amablemente, mostrando esos dientes perfectos que se enmarcaban por sus rojos labios. “¿Vives por aquí?”, le preguntó Sebas. “No, para nada, vivo en el norte, pero me gusta venir aquí, mi hermana vive cerca y… bueno, bueno, no importa, no, vivo lejos, ¿y tú?”, “Yo vivo en el sur, muy al sur, pero ya ves… el chaparro sólo acepta venir a caminar a este parque, es lo malo de ser padre soltero”, respondió Sebas.

Y así comenzó la conversación, una plática amena, que ocupó toda la mente de Sebastián durante el tiempo que duró. Hablaron de cine, la película favorita de Sebas era Los amantes del círculo polar, la frase favorita de Salvador era “¿Quién te crees que eres? Susan Sarampión?”, los dos intentaban dejar de fumar y eran adictos a Facebook. Hablaron del clima, de la moda, del tránsito, sus trabajos, de hombres… Era evidente que Salvador era gay, no porque fuera “obvio”, sino por el comentario que hizo cuando Sebas mencionó a James Bond… “Grrrrr!”, dijo. Por un lado, Sebastián se sintió aliviado de que su interlocutor bateara en el mismo equipo que él, pero por otro, le regresó ese calor a la cabeza, ése que solía subir de su frente hacia arriba, poniendo rojas sus orejas y haciendo sudar las entradas cada vez más notorias en su negra cabellera.

De pronto sus risas fueron interrumpidas por el mesero, quién se acercó a comentarles que el café estaba a punto de cerrar (una educada y amable forma de correrlos…). Sin darse cuenta, habían estado hablando más de tres horas, eran las once y media de la noche y parecían haber pasado sólo cinco minutos. Voltearon hacia la calle a través del cristal: ya no llovía, era una buena noticia, sobre todo para Papo que estaba más que aburrido desde hacía seguramente un par de horas, sin embargo, Sebastián sintió un ligero hueco en el estómago, no quería irse, no quería regresar a su departamento solo con Papo, quería continuar, quería que esas tres horas se prolongaran mucho, lo más posible.

Poco a poco fueron dejando el café, la sonrisa de Salvador se evaporó también. Una vez en la puerta, Sebastián sacó su teléfono celular, con la intención de intercambiar números, sin embargo, antes de pedirlo, Salvador le dijo, haciendo cara de niño regañado: “¿Ya te vas?”, a lo cual, sorprendido, Sebas respondió que no, bueno, “no se, ¿ya te vas tú?”.

- - - - Próxima semana... "Del parque al tinto, del tinto al sol" - - - -

Ayúdame a detallar esta historia, deja tu comentario aquí...
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  • Anonymous Anónimo dijo:
    2 de junio de 2008, 12:57  

    Muy bueno muyy bueno queremos mas mas mas top

  • Anonymous Anónimo dijo:
    2 de junio de 2008, 13:15  

    POR FIN!!! pensé que se quedaría por siempre en tu laptop... me gusta la idea, en general, creo que le estás dando unos toques fotográficos padrísimos, pero me preocupan las reacciones de los personajes... a tí no te preocupa Johnny? en fin... al rato iré a casa de Sebas a preguntarle a Papo qué sigue, hahaha... te mando un dark sweaty kiss, vecino...

    - Alejandro top

  • Anonymous Anónimo dijo:
    2 de junio de 2008, 13:16  

    Amigo, es una buena historia, creo que el relato es bueno, buscas no olvidar algunos detalles, sin embargo me parece que en ocasiones hacer relatos de situaciones que pueden distraer la atención que buscas.
    Puede ser una historia que deje un buen sabor de boca, al grado de querer mas...

    J. Antonio top

  • Blogger homar dijo:
    2 de junio de 2008, 13:59  

    Hi! Gracias por compartirlo. Me gusta sobre todo porque me gusta la situación que cuentas: una tormenta en domingo po la tarde (amo los domingos lluviosos por la tarde) y un encuentro inesperado como consecuencia.
    Es una historia sencilla que tiene muy bien cuidados los detalles y las emociones se transmiten muy bien, y en eso radica lo bueno del relato. Por ejemplo, si sentí en la parte final, como el protagonista, que el encuentro siguiera y me hace imaginar que así fue. Estaré atento a tu blog, así que espera más comments eh!!! top

  • Blogger Rodrigo Pujol dijo:
    2 de junio de 2008, 20:43  

    :::::::WOOOW, RAulito, valio la pena la espera, genial el post, y pues no nos dejes mucho tiempo picados. besos top

  • Anonymous Anónimo dijo:
    3 de junio de 2008, 15:23  

    Tus aires de la Sra. Dalloway y retazos de otras obras de Virginia Woolf se dejan ver en la forma descriptiva de sucesos cotidianos; más esa coquetería con el estilo neoyorkino de fin de siglo pasado hace de este, uno de tus mejors escritos, pero preferiría (a mi gusto) el que no usas tantas veces los nombres ni los cambies a diminutivos, usa los pronombres (y checa que ciertas palabras no se repitan, aunque sean conjunciones).


    Muy bueno pero espero todavía lo mejor :) top

  • Blogger Héctor dijo:
    4 de junio de 2008, 1:21  

    Esto es solo el principio...
    recuerda que primero deben de quedar tus personajes delineados, antes de pasar a la trama general!!!

    Saludos!!!
    Amigo, amigo, amigo... top

  • Blogger Novo dijo:
    9 de junio de 2008, 10:21  

    Hey chavos!! muchas gracias por sus comentarios, estoy intentando hacerles caso a todos, espero que me sigan leyendo porque el pobre Sebastián ha pasado unos días mucho más complicados de lo que parecería... les adelanto algo: Santi sigue ahí... Besos a todos! top